viernes, 20 de noviembre de 2009

"VACÍO" DE JULIÁN CHAPPA


Foto: Juan Pomponio "Hacia la Nada"

Disfrutemos del texto que Julián Chappa nos hace llegar cada quince días para navegar en la Fragua.

VACÍO

Es eso. Exceso. De vitalidad, encerrada entre estas paredes irregulares que soy, por eso no existe la libertad, por nuestras propias paredes de piel y huesos, por no querer transponer por miedo a las otras pieles, por ignorancia evolutiva. Trabajo en una empresa nueva, propia, que da pérdidas por ahora. Pero hay previsiones de que eso se revierta en poco tiempo. Sé que lo de perder es relativo, ya que dicen que es una inversión a largo plazo, y ese tipo de operaciones nunca recuperan lo invertido de un día para otro. Estoy trabajando en esto muchas horas, me estoy poniendo la empresa sobre los hombros hambrientos, como nunca, como si fuese mía. Porque es mía, porque es mí, porque soy yo.
Pongo bloque sobre bloque, construyo con palabras, entonces cada bloque es diferente, de tamaño, de contenido, de color, de textura, de largo y de ancho. A veces los bloques se bloquean, a veces hay agujeros involuntarios, bloques huecos, bloques que amenazan desmoronar toda la estructura, pedazos que no parecen calzar de ningún modo, piezas que parecen ser de otro edificio de palabras, de otro idioma, de otro dialecto, de otra jerga arquitectónica dentro de esta Torre de Babel.
He llegado a tirar bloques por inservibles, incluso mi fanatismo por la construcción surgió una noche de hace muchos años en los suburbios, cerca de una de las fábricas de palabras más recordada de Buenos Aires. Caminaba mudo, sin palabras. Desde lo alto, me cayó en la cabeza uno de esos bloques, uno grueso, pesado... Me rajó la cabeza, me hizo sangrar, me desmayó para despertarme, me desmayó para hacerme salir de la realidad lineal. Desde aquella noche accidentada camino acompañado, camino con mi cabeza rajada que nunca más cicatrizó, camino con pérdida de conocimientos que se deslizan por la herida invisible que me quedó entre mi cuero cabelludo, entre mis hemisferios cerebrales. Cada mañana recuerdo el accidente, cada vez que me peino y me hacen sufrir mis rebeldes mechones.
Hace poco, cansado de sufrir por eso, decidí pelarme la cabeza, acabar con esa tortura cotidiana, pero sin querer produje otra peor: pelarme produjo un efecto devastador, pocas horas después me costaba pronunciar mi nombre y describir lo que me rodeaba, la mañana siguiente me limitaba a mirar. Tomé un lápiz e intenté garabatear lo que ya no podía pronunciar, para desencarcelar esas palabras que necesitaban salir y no encontraban la forma. Pero fue inútil, mi cerebro enviaba la orden pero la mano había perdido la facultad de traducir en movimientos lo que pensaba. Era insoportable, me postré en una cama, acumulaba deseos, ideas, insultos, frases que no podía ni decir ni escribir, no podía expresarme, no podía ser yo, no podía ser humano.
Pocos días después ya comenzaron a formarse nebulosas en mi mente, estaba obligado a recordar cada vez más cosas que no podía expulsar de mí, pero no tenía la capacidad para mantener en mi conciencia tanta información, pero olvidarla significaba perderla, perderla para siempre. Perder la memoria era encontrar el olvido, pero olvidar no era no querer recordar, sino que yo quería recordar pero no podía, olvidaba pero ya no incorporaba recuerdos nuevos más jóvenes, sólo perdía gradualmente el pasado albergado en mi mente. Tardé pocas semanas en quedarme con dos o tres ideas primarias, a las que me aferraba con desesperación, pero era consciente de que se desintegraban muy lentamente, me supe débil, me supe condenado a perder mi última idea. A cada momento intentaba explicarme una idea y a cada momento me resultaba más fatigoso lograrlo.
Me obsesionaba pensar que quedaría con la mente en blanco, algo inimaginable, algo horrible, me había transformado en una extraña máquina de mantener vivo al menos un recuerdo en ese presente cada vez más acotado. Finalmente sucedió lo peor, me aferré a ella pero se fue de repente, sólo recuerdo el instante posterior, en el que levanté la vista al cielo a través de la ventana de mi habitación, pero ya no pude entender qué era lo que veía, ni si era celeste, ni el sol, ni la noche. Había fallecido el significado de todo, creo que mi cuerpo aún obedeció algún movimiento final. Había ingresado en el vacío.


JULIÁN CHAPPA

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me presento: soy uno de los bloques inservibles. Era de color Azul, ahora me estoy construyendo un nuevo arcoiris y una estructura más solida.