miércoles, 23 de febrero de 2011

MÁS ALLÁ DEL VENTANAL de Marcelo di Marco


Medio incorporada entre las sábanas, la mujer alcanzaba a distinguir el fenómeno. Sí, sí, aquello no era una pesadilla: un gigantesco pájaro flotaba más allá del ventanal, apenas contrastando con el fondo de la noche. La mujer ahogó un grito, ni siquiera abrió la boca: una madrugada en que, por fin, la beba dormía dos horas seguidas sin llorar...
Pensó —quería pensar, mejor dicho— que acaso se trataba de una ilusión. ¿Sería por el vodka? ¿Estaría imaginándolo todo? En absoluto: realmente ese murciélago de marioneta navegaba en pesado vuelo hacia adelante, batía sus alas imponentes en el horizonte de oscuridad y ráfagas. Pero… ¿quién le creería cuando lo contase? ¡Si al menos no se hubiese dejado en la oficina la cámara digital!
Desvelada y con la garganta seca se levantó en silencio, los pies desnudos, sin preocuparse por el frío de los mosaicos. Y desde el balcón veía ahora alejarse al ave. Pico y espolones y garras y alas como de lona o cuero crudo, la bestia se perdía en las tinieblas, se difuminaba más y más hasta convertirse en un punto y desaparecer en la nada del cielo.
La mujer fue hasta el cajón del tocador, encendió un cigarrillo. Sentada frente al espejo, le dio rápidas pitadas antes de aplastarlo contra el cenicero.
Sobre la mesa de luz quedaba su vaso con el resto del Smirnoff. Lo bebió de un trago.
Entonces, a punto de volver a la calidez de la cama...
Corrió hacia el pasillo, y en el camino se estrelló un dedo del pie contra el marco de la puerta. El dolor fue centellas y estacas perforándole el pellejo de la uña quebrada. No le importó.
La cortina deshecha en jirones fue lo primero que vio al abrir la puerta del cuarto de su bebita. Después, el revoltijo de la cuna vacía.