martes, 6 de octubre de 2015

BRUNO SEGALINAS Y SU POESÍA

El crisol del tiempo

I
Alguna marca del cuerpo,
cualquier marca,
acompasándose con la música encontrada de mi tiempo,
con el orden del tiempo escaso
y el dolor vuelto otra cosa
para poder fabricar el tiempo que falta.
El dolor, las heridas que no se lamen,
sirven para tensar el cuerpo al máximo,
siempre antes.

II

Al cerrarse el día
no hay puertas que cerrar, pero quién sabe.
Las formas, las cosas, son la hora en que existen,
cuando la música suena y se desgrana
en el lento transcurrir de las horas. Lento, sí,
aunque al sumar
no se alcance a tocar la esencia que, sin embargo,
nos respira en la nuca, y que a veces, a veces,
duele un poco,
como para cambiarle la cara a los recuerdos.

El crisol del tiempo...Es un modo
de nombrar lo cumplido, lo frustrado,
por eso es que suelo detenerme
a reinventar lo dicho y lo callado.




III
Este aire no es de aquí:
las preguntas se recuestan en su aroma,
calan hondo en la ecuanimidad y la memoria.
Imágenes de quieta luz,
un canto a mí mismo sopla sobre la muerte.

Intocado camino hacia el mar,
pongamos que la distancia no existe.
Pero el tiempo envuelve la mirada.

IV
Estos sonidos vienen
desde el origen del fuego y de la música.
¿Acaso tapar mis huellas con barro?
¿Acaso acampar en la niebla?
En la madrugada se alumbran objetos desconocidos,
y de una tierra así no he de irme tan pronto.
Formas, reflejos y palabras,
una capa más después de todas las vidas.