martes, 10 de marzo de 2009

DISFRUTEMOS UN CUENTO DE MARCELO DI MARCO




Bocetos para un interludio


—Mirá —dice la voz, un ahora cercano murmullo de mujer que a él, por un instante, le había llegado desde lo remoto.
Más que verlo, el hombre intuye que aquella zorra se vuelve hacia él.
¿Le está sonriendo?
Le está sonriendo, sí, y él admira el tajo rojo de esos labios.
Un recuerdo, una certeza inferida de episodios que le vienen como en fragmentos: lo han hecho una y otra vez, acaso entre nieblas.
Como un silencioso vaciarme gota a gota, pensó el hombre, o creyó pensar.
Querría abrir la boca, decir algo. ¿Sería así la impotencia del Alzheimer? ¿Un lento deambular mudo entre jirones de nada? Qué ocurrencia absurda. Sólo está seguro de una cosa: jamás podrá salir de la fiesta —la fiesta… o lo que fuera esa reunión a la que no sabe cómo y por quién se ha dejado llevar—. Jamás podrá salir, no: la muerte lo visitará esa misma noche sin que él logre intentar siquiera mover un dedo para impedirlo.
Y ahora el salón.
Sus recovecos, sus pasillos de hielo.
La música en cascada haciendo temblar sobre las pistas de baile los caireles espejados, la multitud en frenesí bajo el portentoso candelabro que cuelga del techo, la inmensa araña que todo lo domina desde las alturas.
Es extraño: el rebaño se sacude dócil frente a la orquesta, pero el hombre no oye ninguna nota musical. Por cierto, no oye sonido alguno.
No oye sonido alguno… salvo el rumor de la voz.
—Mirá —insiste la mujer, y a él lo fascina la uña aguzada, ese estilete de marfil señalando—. ¿Te acordás del acuario?
El acuario… ¡El acuario! Sí, el hombre lo distingue entre las inertes tinieblas del… ¿coma? ¿Es posible morir de pie?
El acuario, sí.
El acuario formidable, océano cautivo bordeando una de las pistas. Del acuario parten esplendores y ondulantes refulgencias verdosas.
Las luces estroboscópicas traman un arco iris que muere en la cara de la mujer. El hombre contempla las evoluciones de los peces, su hipnótico ir y venir de aves líquidas relumbrando en la negrura. Una gota de sudor frío le resbala por la sien, pero él ni siquiera puede levantar la mano para apartarla.
Aparece la música en toda su estridencia. El hombre sabe que flota, que pierde pie en la oscuridad, más y más. Sabe que ella se lo pedirá de nuevo, que ésa será una noche sin fin. Hasta el fin.
Los dos. Los dos ahora frente al acuario.
Monstruosa en su oblicua enormidad, una mantarraya se les aproxima planeando en el agua turbia. Mil quinientos kilos abriéndose camino entre la podredumbre, deslizándose con la precisión de una cuchilla. La bestia los observa desde sus inteligentes ojos, les revela el aguijón de su cola cargado de veneno. Después despliega los nueve metros de su envergadura en un romboide que se remonta hacia la nada.
—Quiere dejarnos solos, mi amor —le dice la mujer en un susurro—. Solos otra vez.
Y entonces las manos como suspiros se alzan de bruma, se estiran en tenazas de escorpión. Y la mujer sonríe. Y en la voracidad de la mirada hay una obscena sensualidad.
Arde sangre en sus labios, en sus colmillos de lobo.
Sintiendo el vacío bajo los pies, con toda la abyecta sumisión de que es capaz, el hombre le ofrece el cuello.

Para hallar más información sobre este autor, así como también parte de su obra, consultar www.elaleph.com y www.literatura.org (Literatura Argentina Contemporánea, página auspiciada por la University of Minnesota).

Si querés comunicarte con él, mandále un mail a mdimarco@interlink.com.ar

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Adoro tu rebelde espíritu
(poe la festa della mujer 8 Marco)

Marzo está aquí a la puerta
Marzo está aquí y escucha
¿Sientes el eco del silencio en mis profundidades?
¿Sientes el relincho de los caballos del viento?
El eco del vacío es nuestro eco
Eco de locura y lucha de los corazones
Nos acercamos y nos alejamos
Según el contraste de nuestros pensamientos
¡Nuestras discusiones son fútil mi Señora!
¿Cuáles enigma llevamos a nuestra existencia?
¿Cuáles principios?
¿Cuáles contradicciones nos dominan?
Frías son las sensaciones de nuestros rasgos
Ofensivas nuestras palabras
Severos nuestras miradas
Opuestas nuestras ópticas
Orgullosos nuestros soplos… Muy orgullosos…
Y el miedo…
Ay del miedo y de sus razones
Nos enriquece en rechazo y endurecimiento
Cada se ampara tras sus barricadas
¡Y nuestras conversaciones quedan sin valores!
Es el hombre Señora mia
En el conjunto de sus deseos
Con su tenacidad
Su ferocidad y su opresión
Con su vejez y su total renacimiento
Y soportas el macho en mí
Tu combates…
Tu luchas…
Y allanas la calle hacia mí
Lo asfálta meticulosamente con la paciencia
¡Y cuál paciencia!
¿Dónde está el alma y los horizontes mi Señora?
¿Dónde estamos de nuestras esperanzas?
¿Dónde están las vistas del amor?
¿Y Dónde están los contenidos de nuestros pactos de un tiempo?
Ya que a cada vez que nos encontramos y nos unimos
Nos acercamos nuestra tragedia
¡Lo que logras conquistar lo perdo de mi poder!
El sometimiento es el manantial del sufrimiento del alma
Es el manantial de marginación y distinción
Hasta el límite de la distinción racial… afirmas
¡Es el racismo del macho hacia la mujer… dices!
El sufrimiento del alma mi Señora…
Toma origen de nuestro egoísmo
De nuestra intolerancia
Del humano adolescente e irresponsable
De la raza que rechaza la otra
Del encerrarse y del miedo de perder nuestras adquisiciones
Es la realidad del hombre y el dominio de su raza
Es la verdad de nuestras sociedades
¿Sientes? ay Señora de los mares y del fuego
Nuestros sueños se entrelazan mi Señora
Navigas hacia las estrellas de lo imposible
Nada es imposible delante de la imaginación
Y lucho contra las olas de tu feminidad
¿Cuántas veces participamos en los dibujos de las citas?
Cuántas veces resistimos delante de las dificultades
Y cuántas veces afrontamos el dolor y curamos las heridas
Tus heridas son del tatuaje de la descarada opresión
Una herida se ha enderezado sobre la virilidad
Un otra se ha multiplicado de la violencia
Y el más doloroso sangrante herido es la subyugación
Mi de pie Señora
Camina a pesar de las lágrimas
Triunfas sobre la tristeza y la añoranza
Haces caer las posiciones de dominancia
Haces caer las máscaras de la noche…
¡Hazme caer!
Marzo está aquí y entrelaza la primavera
Marzo está aquí llevándote una mimosa y una fiesta
Y llegada cargado de mis prohibiciones
¿Sientes el eco de mis soplos?
¿Oyes mis gritos?
¿Ves mi delirio?
Los lugares se precipitan preguntándose de ti
Y te pregunto de un beso robado del tiempo
¡Él lo robó y te ha robado de mí!
¿Cuántas veces he compartido tus ideas?
Cuántas veces he compartido tus aspiraciones
¿Cuántas veces he apoyado tus reivindicaciones?
Combatimos contra la ignorancia y la desigualdad
Te he empujado hacia los veinte de la renovación
Me he encaramado contigo los travesaños de la libertad
Las estrellas de lo imposible…
¡Se han vuelto más cerca de ti de mi beso!
Ahora estás segura de realizar tus esperanzas
Reaccionas…
Avanzas con los pasos seguros
Te pavoneas en arrogancia…
Y odio las ventadas de humo de tus labios
Su olor sopládo en mi cara me ahoga
Sus círculos me recuerdan tus victorias
Su niebla me recuerda mi extravío y mis ilusiones
Le huyo…
Me alejo de ti…
Y sus accesos que se levantan de tu boca
Me reconducen por fuerza a mis sueños
A los premios de amor ofrecidos a tu humanidad
A la maternidad que equivale la vida
A los tesoros del cariño
Al coral de tu feminidad
Y a las esmeraldas pintadas por tus senos
¡Ay cuánto odio la niebla de este humo!
Y cuánto querría provocar tu revuelta por un beso
Cuánto temo la amargura de tu rechazo
¡Ay cuánto te adoro!
Sí te adoro por tu ternura
Por tu obstinación…
Por el resplandor de tu presencia…
Por el cambio de tu temperamento…
Y soy atracto de la sombra de tus contradicciones
Soy atracto de tu espíritu rebelde
Quién ha dicho?...
¿Quién ha dicho que la emancipación y la feminidad no se encuentran?
¿Quién ha dicho que se contradicen?

Salim Saber 8 Marco 2009

Juan Pomponio dijo...

Gracias por tus palabras.

Juan