sábado, 29 de agosto de 2009

EL SEÑOR LETRALIA



La noche marcaba sus pasos de silencio hacia la oficina de Jorge Gómez Jiménez, allá en la ciudad de Cagua, Venezuela; cuando de pronto una enorme letra L se posó sobre la pantalla de su computadora. Era el año 1996 y se encontraba con su gran amigo Ángel Montesino.
Jorge, al ver la idea que acababa de pasar por su mente: fundar una revista literaria electrónica y de distribución gratuita llamada “Letralia”, comenzó a soñar con esa maravillosa idea y desde ese momento la revista nunca cesó de marchar con la misma fuerza de su pasión por las letras.
Aquella noche fue la primera vez que, esa palabra llegó a su mente para darle forma a una de las revistas más importantes del mundo literario. Letralia es la primera publicación cultural venezolana en la red, y desde 1997, Jorge Gómez Jiménez viene desarrollando actividades culturales en la Asociación Civil “Pie de Página”, de Maracay.
Me siento feliz de poder rendirle este merecido homenaje. Jorge Gómez Jiménez es un gran amigo de la vida que tuve la suerte de conocer allá en la bella tierra de Maracay. El destino dice que hoy, 23 de agosto de 2009, el escritor pueda compartir sus palabras con todos nosotros. Espero disfruten de sus respuestas y conozcan un poco más del Señor Letralia. El hombre que teje los hilos de esta prestigiosa revista.

Juan Pomponio, Ranelagh (Buenos Aires) agosto 2009

ENTREVISTA


¿Cuándo llegó por primera vez la idea de Letralia? ¿Recuerdas cómo fue ese momento y en dónde estabas?

Por supuesto. Estaba tomando un curso sobre software antivirus y, en uno de los recesos, resultó que cuatro de los informáticos que compartían aula conmigo eran también buenos lectores. Confrontando experiencias coincidimos en que ninguno de nosotros había encontrado recursos en Internet que difundieran literatura en español a través del correo electrónico. Un par de noches más tarde, en mi oficina, pensé con más calma sobre el asunto y fue entonces cuando decidí hacerlo. Estaba con Ángel Montesino, un amigo muy querido, que en algún momento se acercó a la computadora y al ver la “L” enorme que acababa de diseñar, me preguntó de qué se trataba. Le hablé entonces de mi idea de hacer una revista literaria que fuera distribuida gratuitamente por correo electrónico. Fue la primera vez que usé la palabra “Letralia”.

Letralia, luego de muchos años de intenso trabajo, hoy, es reconocida en el mundo de las letras y bien merecido lo tiene. ¿Lo esperabas o superó tus expectativas?

Las superó desde el principio. Obviamente esperaba tener lectores de diversas partes del mundo, pero en la primera edición vi con vértigo que entre las doce personas que se habían suscrito había una de Dinamarca y otra del Japón. En la tercera edición, ya con más de doscientos suscriptores, la revista empezó a publicar materiales de autores de todo el mundo de habla hispana. Nunca preví que la revista obtendría alguna vez la relevancia que tiene hoy en día. Es decir, la revista ha sido reconocida aquí y en el extranjero, sirve como material de apoyo en muchas universidades del mundo, es citada en importantes investigaciones sobre literatura. Pero estar en un sitio lejano, fuera de tu país, y que se te acerque un desconocido para decirte que conoce tu trabajo y le gusta, ¿cómo te preparas para eso?

¿Cómo llevas la vida de editor y la de Jorge Gómez Jiménez, escritor? ¿Son dos personalidades diferentes?

Sí, por supuesto. Aunque ambas personalidades brotan de una misma persona, son muy distintas entre sí. Como editor trato de hacer una revista sin pretensiones de establecer escuela, dando cabida a todas las tendencias de pensamiento y a todas las propuestas estéticas. Esto implica un firme respeto por todo aquel que presente sus textos a Letralia, incluso en el caso de que no sean publicados. Como escritor en cambio tengo absoluta libertad, no me siento en la obligación de respetar nada más que mis propias exigencias como lector. Y podría pensarse que ambas personalidades se complementan, pero en la práctica no es así: cuando una de ellas aparece la otra queda sentada frente al rincón. Preferiblemente atada para que deje a la otra trabajar. No te imaginas la cantidad de veces que el trabajo del editor se retrasa porque el escritor ha logrado desatarse. Y viceversa.

La escritura, ¿es un medio de sanación espiritual?

Más que sanación, salvación. La escritura es lo único que me ha mantenido a flote cuando las cosas se han puesto difíciles. Supongo que tiene mucho que ver con la posibilidad de resolver en las letras lo que se me hace tan difícil en el mundo real. O sea, casi todo.

La mujer como inspiración, ¿es la gran musa de los poetas? ¿Qué representa en tu vida?

Es la gran musa de muchos poetas, al menos. En mi caso es la gran musa para la vida. Disfruto mucho de la compañía femenina, siempre tan rica tanto en el ámbito de la amistad como en ese otro del amor que me ha dado tantas alegrías y tantos despechos. Mi relación con las mujeres me ha conducido a hacer cosas heroicas y atroces, a veces al mismo tiempo. En literatura también han sido mis grandes fuentes inspiradoras, les he dedicado casi toda mi poesía y más de la mitad de mi narrativa. De mis cuentos, los que han recibido algún éxito son los que están dedicados a mujeres, algunas reales, como “Estocolmo” —finalista de un premio en España, publicado en antologías, traducido al francés y al esloveno— o “Florida” —otro cuento premiado—, otras ficticias construidas con retazos de mujeres reales, como “Amalia”. Mi novela recién publicada, El rastro, es sobre el proceso de aprendizaje de un machista a través de todo un catálogo de mujeres...

¿Jorge Gómez Jiménez tiene algún mensaje para aquellos que recién comienzan a caminar por las letras?

La literatura es el medio más expedito para darse cuenta de que este es un mundo cruel. Su herramienta de trabajo, el lenguaje, es un laberinto engañoso donde la ausencia de una tilde puede ser tan terrible como el peor de los minotauros. Su campo de trabajo es mínimo, así que el que se interna en este oficio debe estar dispuesto a soportar limitaciones materiales y la convicción general de que el escritor es un vago, un tipo con una vida light, algo que suele confundir incluso a los escritores. El camino trazado por todos los que llegaron antes que tú es tan escarpado, que siempre estarás acosado por la certeza de que tus ideas no son originales y de que tu obra no tiene realmente valor alguno. Sólo si te sabes capaz de comprender el lenguaje, equilibrar tu relación con lo material y superar los prejuicios sobre tu obra, valdrá la pena que continúes.

¿Se escribe más desde la tristeza o de la alegría?

No lo sé. Supongo que eso depende del temperamento de cada escritor. En cuanto a mí respecta, ambas instancias son inspiradoras; de hecho, todas las instancias de la vida me resultan inspiradoras. Todo lo que me ocurre, incluso lo más trivial, forma en mi mente una frase, una construcción literaria.

¿Escribir sin dinero sentado en una plaza o tener mucho dinero escribiendo pero sin felicidad?

Escribir tiene que ver con algo más profundo que el bienestar material. Uno escribe por una intensa necesidad. Si viene el dinero, bien, pero lo importante es que cuanto escribas sea la expresión franca de lo que bulle en tu interior.

RESEÑA BIOGRÁFICA

jgomez@letralia.com

Escritor venezolano (Cagua, Aragua, 1971). Dirigió entre 1989 y 1990 la Peña Literaria Cahuakao, en Cagua y, entre 1990 y 1993, el semanario El Tabloide, de la misma ciudad. Desde 1996 edita en Internet la revista literaria Letralia.com, la primera publicación cultural venezolana en la red, y desde 1997 desarrolla actividades culturales en la Asociación Civil Pie de Página, de Maracay.

Ha publicado el ensayo La educación secundaria venezolana: un muerto sin dolientes (Editorial El Tabloide, Cagua, 1985), el libro de cuentos Dios y otros mitos (Senderos Literarios, La Victoria, 1993), las novelas Los títeres (Baile del Sol, España, 1999) y El rastro (Libros del Sur, 2009) y la antología de narrativa venezolana Próximos (Embajada de Venezuela en China, 2006). Además, textos suyos han aparecido en las antologías Narrativa de Aragua (1970-1996) (Secretaría de Cultura del estado Aragua, 1997), Mini-cuentos de Aragua (Secretaría de Cultura del estado Aragua, 2001), Cuentos premiados (Universidad Central de Venezuela, 2002), Siete (Badosa, España, 2002) y Relatos (Ayuntamiento de Zaragoza, España, 2005).

Ha obtenido el primer lugar en los concursos de narrativa Semana de la Juventud (Ateneo de La Victoria, 1996), Poeta Pedro Buznego (Casa de la Cultura de El Consejo, 1997) y en el X Concurso Anual de la Universidad Central de Venezuela (Maracay, 2002), así como el Premio Nacional del Libro de Venezuela 2007 por la revista Letralia.com (Caracas, 2009). Además, obtuvo el segundo lugar en el 3r Concurso de Mini-Cuentos Los Desiertos del Ángel (Secretaría de Cultura del estado Aragua, 1998), una mención honorífica en el XXIII Concurso de Relatos Ciudad de Zaragoza (España, 2005) y ha sido finalista en dos ocasiones, con la revista Letralia.com, de los premios Stockholm Challenge (Estocolmo, Suecia, 2006, 2008). Su novela El rastro, publicada en Internet en 1996, recibió en 2007 el puesto Nº 32 en la lista “Las mejores 100 novelas de la lengua española de los últimos 25 años”, de la revista Semana, de Colombia.

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