El pueblo había quedado en ruinas, solo se veían los restos sombríos de lo que fue un paraje animado por seres de carne mutada en polvo y arena. Historias inconclusas se derrumbaron con el sismo que acabó sueños de niños, hombres y mujeres, amores no vividos. La muerte cayó como un espanto de escombros sin distinguir la vida, saqueando incluso la soledad y los ancestros recitando un cúmulo de profecías. No hay huellas, no hay murmullos ni secretos declarados, sus bocas fueron silenciadas por la furia titánica. Desaparecieron pequeños mundos entre grises volátiles de una tierra conjugada por voces crepusculares, voces que fueron tonos luminosos en el pentagrama de la existencia y legaron estirpe sembrando cultura para el hoy. Bajo los despojos del viejo hotel, alguien dio con una pequeña carta apenas legible y sin firmas, fechas ni nombres, tal vez a la espera de un encuentro que jamás sucedió:
“…Pude advertir tu presencia aún en la distancia. El aroma de la lluvia traía la voz de los presagios susurrando el nombre del amor. Cada recuerdo se desvanecía en hilos de aguas silenciosas. El olvido embestía los pensamientos y devoraba las imágenes. Nunca supe si la realidad era un sueño o estaba volando al confín de tus manos…”
Karina Mariposa Roldán ©
2 comentarios:
muy bueno lo tuyo y lo de karina.
gracias por compARTIR
Gracias a vos, Cristina, por estar allí leyendo nuestro trabajo. Un gran abrazo de luz.
Mariposa es una gran artista.
Juan Pomponio
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