miércoles, 3 de diciembre de 2008

POEMA DEL AMIGO ADOLFO ARIZA (BARRANQUILLA, 2008)

Al lado de los poetas Fabio Ortiz y Adolfo Ariza, en Caza de Poesía, allá en la bella Barranquilla.




Nos dice Adolfo Ariza

En sus manos, apreciados amigos, un poema para joder a Juan, inspirado en la tranhumancia de Juan Carlos Pomponio, el colega argentino. Quiza el poema establece una forma de tomar partido. Sedenterismo o transhumancia. A la primera pueden pertenecer Denis Miguel Vega, Jota C. Medina o Federico Santodomingo. En el otro bando: El che, Juan, Winston Morales Chavarro, Mario Encalada, Carlos Valle, en fin... Espero les guste. Una abrazo común. Adolfo Ariza.



A los odiados caminantes
(Poema para poner a pensar a Juan)

A ustedes, que son de las peores cosas que nos pueden suceder en la vida.
A ustedes, seres maleables, que están hechos de ese raro metal con que lucen fabricadas las más duras despedidas.
A ustedes, que llevan en la mochila una preparada sonrisa, un estandarte de colonizador que siembran en sus esperadas conquistas.
A ustedes, seres cínicos, precavidos y egoístas. Dueños de una gran mentira:
“Estamos hechos para el adiós”, dicen, pero no reparan en las heridas vivas de los que dejan, en el albur de sus agudas aristas.
Nosotros, los sedentarios, los habitantes de la aldea, somos esa huella que se queda, esa tristeza inmerecida.
Nosotros, que los miramos quisquillosos, ingenuos, desconfiados; odiamos el maldito abrazo de la partida.
Nosotros, los cobardes, a los que medio kilómetro de distancia nos suena a lejanía, odiamos el gesto.
Nos gusta tratar con la gente que se atreve, de frente, no que nos muestren la línea de sus curvadas espaldas, sus sinuosas y escurridas nalgas.
Ustedes no entienden.
¿Qué van a entender?
Ustedes pertenecen a la estirpe de Esaú, de Ulises, de Moisés; tienen aburrido el talón, ligero el pie.
Son propietarios de paradas abreviadas, de voluntarios éxodos y volátiles Itacas.
Ustedes son hijos de la rueda. Nosotros somos descendientes del árbol. Esa ceiba gigantesca que les obstruye el camino.
A ustedes les colabora el viento. A nosotros nos gobierna el verano, nos derrota el hacha.
Somos la flor que el caminante recoge y lleno de angustia le pregunta por sus amores.
Que el dios del cultivo, de la siega y la llegada me evite a cualquiera de los suyos. Que nunca, nadie más, vuelva a tocar a mi puerta.
Se los digo desde ahora, ninguno de ustedes tendrá jamás los granos de mi trigo, el agua de mis labios, la sombra de mi casa.
Aborrezco de una dolorosa y flaca amistad, de una cordialidad cicatera y efímera.
Por la misma razón no digiero menudencias, corazones hervidos, chinchurrias o hígado frito.
Yo os condeno a sus amistades livianas, a sus amores de paso, a sus cuerpos contusos y maltrechos, destrozados por el camino; dispuestos para el reposo en un incómodo jergón, en una abominable cama.
Una noche se cansarán de verdad. No lo duden. Un día pensaran en regresar a la primera despedida, y probablemente nadie los espere en casa.
¿Qué harán?
¿Tendrán el vigor suficiente para extraer de sus mochilas el valor para quedarse?
¿Esa casa pequeña y blanqueada que encontrarán deshabitada será bastante?
¿Y qué me dicen de la mirada vieja y desgastada del hermano?
¿De la estropeada salud de los padres?
¿Del corazón de los amantes?
En honor a la verdad, ¿se quedarán entonces?
Ustedes, cuya cama es la faz dura de la tierra. Cuyo techo son los destruidos firmamentos, como diría Lawrence. Y en cuya ambición no está contemplada la ilusión del regreso
Ustedes, hijos de mala leche, están condenados al dolor y al guayabo que nos condenan sus imprevistas ausencias:
a seguir para siempre, que es lo mismo que llegar y regresarse;
a sembrar olvidos que es lo mismo que recordarse eternamente.
Ustedes volverán a mí.
Ustedes me lanzarán señales de humo –tal como prometieron-.
Ustedes me enviarán mensajes por internet.
Ustedes me llamarán a gritos.
Temo decirles, odiados trashumantes, que ya nunca más escucharé.
Vosotros rompieron las ataduras de sus gentes, Vencieron a Isaac Newton, copiaron a Charles Darwin.
No envejecen tan rápido como nosotros.
Gozan de un tiempo distinto. Infinito.
Ustedes, ya perdieron la ruta de sus intrincados caminos.
Ignoran que están aquí para quedarse.


Barranquilla, diciembre 2 de 2008.

1 comentario:

victor herrero dijo...

Los transhumantes son los andadores, los caminantes de Rukas en el sur , los andadores de cerros en Valparaiso . Los protectores piadosos de imagenes




.....Bellisimo trabajo, fue un agrado leer